Mi madre, que hablaba de otra forma que mi padre, gustaba de don Gregorio Marañón y el padre Rubio, a ambos conoció. Le hubiese gustado que yo fuese médico. Creía en la monarquía, leía el ABC, a los buenos periodistas, escritores, Jaime Campmany sobre todo y entonces Ansón publicó su Don Juan, 1995. Se lo regalé a mi mamá, le satisfizo. Se lo pedí prestado y llegué a una conclusión, este Ansón no es claro, aunque cree que si y el libro debería titularse don Pedro y no Don Juan. He aquí de muestra un pasaje:“La dureza ---gritó Don Pedro ante Don Juan--- solo es imprescindible en una ocasión, cuando te dispones a joder. Y puedes estar seguro, Eugenio, que entonces no fallo una: se me pone la polla como un jade. Pero darle cada día una patada en los huevos a Franquito con la bota del Rey es una torpeza histórica. El “pájaro” no va a caer y me juego contigo mi Quijote de Ibarra que vale un huevo y la yema del otro, a que te vas a tomar el turrón tú aquí en Estoril, mientras Franquito se lo zampa en El Pardo. Y a ver si dejas de joderme con lo del ministerio que yo sé muy bien por qué lo hice y algún día lo explicaré.” Saínz Rodríguez se levantó, inclinó la cabeza ante el Rey, cerró la puerta con ira y se fue “con viento fresco”, dejando a todos plantados.
Anteayer, Paris, entrevista en Le Figaro a don Juan Carlos, adelanto de memorias, frases, ya lo esperábamos. Dará mucho, lo comentarán, no se si es bueno que se publiquen ahora. Y habrá que hablar del 23F.
Ahora el mismo Ansón no para. He escuchado a Luis M., personaje inquietante para mi, hablar de sus "secretos" del 23F. En casa lo que recuerdo de mi infancia que me impresionase era hablar del 31 al 39. También antes, quizá desde 1921 o quizá del siglo XIX. Me preguntaba como niño ¿qué haría si me tocase tomar una decisión en circunstancias que no veía claras?. El 23 de febrero de 1981, media tarde, jugaba en mi vivienda de Cartagena con mi hija de nueve meses. Llegó un cabo de marinería desencajado, sudoroso, el cartero, Nebrija. Me dijo que me incorporase a mi destino, no sabía que pasaba pero "había un carajal de cojones". Pusimos la radio y empecé a comprender. Yo tenía 28 años. Había jefes, sobre todo, y algunos oficiales en mi destino. Todos entre 60 años el más cualificado, capitán de navío, y 34 años el más moderno. Uno muy significativo repetía; "esto es como el 36". Ahí hablé, antes que el monarca en su alocución, con bocadillos de tortilla para todos, aunque no le gustó. Me habían dado la matraca mucho con esa decada y argumenté "esto no se parece nada al 36 ni España ni Europa ni el Mundo". Y como dice Cervantes no hubo nada.

