El 10% para alguien; ese es el concepto romano del diezmo, el principio de la recaudación o lo que ahora entendemos por Hacienda; eso que somos todos. Esos romanos, sabios como ninguno, nos pusieron en el camino de la civilización occidental que habían iniciado los griegos, más condensados en sus aspiraciones y límites.
Es lo que tiene crear un Imperio, que luego tienes que administrarlo.
En ese Imperio Romano surgió el cristianismo, la Iglesia Católica se consolidó en Roma y se extendió, también apareció el diezmo eclesiástico.
Los estados, las repúblicas, que son "cosa del pueblo", necesitan recaudar para satisfacer las necesidades del ciudadano y su buen gobierno; el gobernante debe ser recaudador, honesto y eficaz administrador al servicio del pueblo, porque de toda la vida lo importante, lo fundamental es ese PUEBLO, no sus gobernantes, sean los que sean, lleven las siglas que lleven.
En esa primera nación de la Europa Moderna llamada España, se velaba por el pueblo o de lo contrario el pueblo se rebelaba, que bien lo supo y entendió Don Carlos, I de España y V de Alemania, Emperador todopoderoso.
En esa España que fue estúpidamente decayendo, había una fiesta, todavía Fiesta Nacional, que no gustaba a todos y que ahora encuentra enemigos furibundos que quieren liquidarla, acabar de desterrar ese arte de la faz de la piel de toro, como se conoce a Iberia.
De pronto en Sevilla, durante su Feria de Abril, sale al ruedo de La Real Maestranza un ejemplar "bonito de hechuras, forma de los pitones, hondo de agujas, serio de cara y franqueza en la mirada".
No es un inspector de Hacienda, ni lleva bigote como el ex presidente Aznar, que al parecer se escaqueaba a pesar de su profesión. Es un toro de lidia, de esos que cuesta una eternidad criar, sin ir a un College USA porque allí no entienden de toros, y al que a veces lloran en su muerte los que saben de eso.
A ese toro le indultaron en Sevilla y tiene un bonito nombre, se llama "Cobradiezmos".
Ahi es nada.
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