Tomé una decisión errónea ayer, y elegí un dvd que conozco de memoria y no pude ver , por la edad, en su estreno.
Me puse delante de "Psycho", A. Hitchcock, maestro del suspense; aunque confieso que no quería recordar sus planos magistrales, sino ver a Janet Leigh, que dura poco en la trama.
Luego a Tony Perkins, genial, una de esas interpretaciones sin Oscar ( ni nominado fue, por otros candidatos que aportaban prestigio sobre todo).
Me fui a la cama creyendo que soñaría con una ducha; sin embargo tuve pesadillas horribles con la madre de Bates, su mirada perdida y su agresividad.
Al final de mi sueño resultó que no era Perkins sino Pablo Iglesias; tal como es él, inclinado, torcido, autoritario, pontífice, de dentadura sin ortodoncia y con moño, no coleta.
Me perseguía por ser periodista. Yo iba con sombrero y ese letrero de Press en el ala muy a los de cine negro. Me alcanzaba, me mandaba a Venezuela, en un largo viaje en barco. En la bodega, otro colega de fatigas me hablaba de que Venezuela albergaba el mayor porcentaje de Miss Mundo o Universo, más que cualquier otra nación, y me consolaba; incluso me decía que conocería a Janet Leigh.
Y llegábamos a La Guaira; ahí salía a recibirnos también la madre de Norman, omnipresente, nada del bellezón prometido; en una hamaca-trono era llevada en pariuelas por un desfondado Iñigo Torrejón.
Cuando se giró, resultó que era otra vez Iglesias vociferando, sonriendo, enseñandome sus dientes con ortodoncia de Hollywood y azotándome con una pluma Pelikan; mientras otro que se parecía a don Miguel de Cervantes, desembarcaba detrás para intentar divulgar su obra en ese país y ver si la gente se hacía preguntas.
Iglesias, se olvidó de mi, y se abalanzó sobre el tullido escritor.
- ¿Dónde se cree que está ? Esto no es una rueda de prensa es el paraíso bolivariano de la libertad, la pureza democrática revolucionaria, el nuevo orden- le increpó.
-Pero...-intentó decir Cervantes.
Y confuso, se cayó a la bahía donde los tiburones le rodearon sin comerselo, por respeto, y le escucharon.
- ¡ Cálllese y a escribir !-gritaba Iglesias al mojado soldado de Lepanto-, cuente algo útil, revolucionario y democrático, que hable sobre mi y no ese loco manchego.
De pronto Terry Gilliams, de Monty Python, decía:
- ¡ Corten!
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