Los soldados son gente auténtica, todos los soldados, sobre todo cuando saben que se enfrentan a la lotería de la muerte.
Nos inflan a tatuajes en las espaldas y en todas las parte imaginables del cuerpo; con el veranito y la cervecita, la desnudez en las playitas expone al mundo, el mapa de los tatuajes.
Pensando y pensando, recapacitando, tratando de borrar de mi torpe imaginación alguno de los tatuajes de Sergio Ramos (debería tatuarse un cerebro) que creo se inspiraba en David Beckham, me apercibí de la ausencia de un tatuaje en mi florido cuerpo.
No soy nada porque el mapa de mi piel no lleva nada grabado.
Entiendo el tatuaje de los marinos en Singapore o algún puerto del Oriente lejano, después de una borrachera salvaje, un polvo desvanecido y una resaca infumable, sólo quedaba el ancla del antebrazo, un corazón o el cuerpo voluptuoso de una señora intocable.
Al fin eras marinero de los siete mares.
¿Qué me podría tatuar?
Descarté un corazón como Melanie Griffith, que luego te lo borras, nombres, números, objetos, el escudo del Madrid, banderas de nuestros padres, lugares, libros, cuadros, rostros, cruces,...mi mente buscaba algo eterno, intocable por el tiempo.
Un amigo me sugirió el único tatuaje posible: Amor de madre.
Tiene razón nada más auténtico ni más puro, y pensé que fui afortunado de tener una mdre mucho tiempo a mi lado que me quería incondicionalmente; pensé en las consecuencias sobre aquellos que no lo han disfrutado y di gracias.
Los soldados se lo tatuaban antes de alistarse, hace ya muchos, muchos años y no cobraban tanto como los futbolistas.
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