jueves, 4 de octubre de 2018

La boutade de conducir ciego un Ferrari en New York.

En New York, entre Manhattan y Brooklyn, llevar un Ferrari es un alarde, un exceso, el coche va en primera todo el tiempo, se siente ahogado, sino puedes ver, entonces tiene más mérito porque conducirlo en esas condiciones es muy complicado.  Un imposible en realidad, que si no pusiese en peligro la vida de otras personas, se puede reducir a una boutade de película. 
Intentando profundizar más e la historia es cierto que cuando una persona está desesperada, pensando en pegarse un tiro, si se pudiese hacer algo para hacerla reaccionar, la boutade del Ferrari se convertiría en una idea a considerar, quizá sólo se trate de uno de esos alicientes que nos hacen reaccionar  en medio de la frustración, desesperación o impotencia. 
Hay que comprender que, independientemente del carácter/personalidad fuerte, si has sido un héroe de verdad, con años por delante, profesional de prestigio y con una forma de vivir a tope, quedarte sin la visión es un golpe duro, muy duro de asimilar. Quedan otros sentidos, recursos, pero el que lo ha experimentado sabe lo que se siente.
En esto de la política pocos ( por decir algo) son personajes/héroes de comportamiento impecable/coherente/noble/desinteresado, que se queden sin visión, la mayoría ya están ciegos, entran cegados por la ambición/ineptitud/traumas personales/incoherencia y simplemente les queda un objetivo ya se llame independencia o apoltronamiento en el Parlament, Congreso, Senado o Moncloa, depende de las circunstancias. Siguen hacia adelante en la vorágine del exceso y la falta de sentido común. Nadie dice : me he equivocado. Y desaparece.

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