En una cárcel de Cataluña se celebro un encuentro entre políticos, no es el ambiente más apropiado, no había un Conde de Montecristo, ni aristócratas ni bandidos, sólo la nada. Tampoco sabemos el meollo de la conversación ni el vino que degustaron.
Si se trata de pactos para conseguir votos en el Congreso de Diputados en Madrid lo veremos pronto si hay algo más, si se pretende que el Gobierno presione (y consiga) de los fiscales que miren a otro lado también se verá.
El problema, como he repetido hasta la extenuación, no es un presupuesto unos dineros, hay algo más en juego.
Ninguno de los interlocutores en ese diálogo es un espejo de transparencias, Iglesias es un aparecido en la política nacional por los errores de diversos gobiernos y la crisis económica que hizo sufrir a muchos, un partido nuevo con muy viejas aspiraciones, de todos esos descontentos aparecen esos líderes que nos conducen como una manada de pájaros bobos. Se supone que es marxista/leninista/revolucionario y oficialmente demócrata, amante de la libertad, del Estado de Derecho. Su coherencia, probablemente, presupone que el poder lo cambia todo como Lenin o Stalin, grandes ejemplos prácticos. No tengo pruebas.
Oriol Junqueras es más sibilino, practicante católico y paciente, presunto lector de santos y sabios.
Hay un imparcial hispanista John Elliott, casi nonagenario, lúcido, que trabaja en Oxford, estudioso, culto, sabedor de la historia de España y me da la sensación que no es muy optimista acerca del problema. Es cauto o es pesimista, prudente o sabio. Afirma que han manipulado la Historia, que se ha enseñado ( o no) durante décadas en el nordeste de las Españas y te cuentan otra, como las que cuenta Iglesias de su revolución perfecta y justa que creó al URSS.
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