martes, 20 de agosto de 2013

Los visitantes

En 1580, Don Fernando (Álvarez de Toledo y Pimentel) después de la batalla de Alcántara, que sumaba Portugal a las posesiones de Felipe II, su monarca, descansaba en una piedra, a la sombra. Jean Reno, su fiel escudero, medio francés, medio español, le servía con mimo y delicadeza. En aquellas fechas toda la vieja y civilizada Europa era medio o entera española. El sueño de Cisneros y el Rey Fernando, grandes estratégas se había cumplido. España tendría una gran salida al oceáno a través de la bella Lisboa. Nada se resistiría. Don Fernando, ya con 70 años, y aún dando mandoblazos por su señor, gustaba de una manzana. Su fiel Jean le habló de una pócima que les transportaría a la época que quisiera el noble y anciano soldado.
-Viajaremos al futuro-sentenció Don Fernando.
Aparecieron en un bar de Tirso de Molina, en Agosto, en Madrid, en el año de gracia de 2013. Lo que vió no le hizo mucha gracia.
Descubrió esa caja mágica que exponía una cosa llamda Unión Europea, que no servía para mucho. Portugal no era España y en Lisboa se cantaban fados. Incluso un jugador fantástico de un deporte extraño era portugúes. El presidente del país más poderoso era de raza negra y ese país se encontraba al norte de las tierras descubiertas y conquistadas, y hablaban el bárbaro idioma inglés. Un barco de esa bandera entraba en( ¿como ?), en ese pedazo de roca  al sur de las posesiones de Medina Sidonia que para poco servían. Los políticos no gozaban de la confianza del pueblo. Se hablaba a gritos, en voces muy altas y mucho acento de esas tierras conquistadas de  flamencos, franceses, italianos, vikingos, que pedían tapas.
Don Fernando dudaba. Tenía que informar  a su rey, de esos fenómenos y enterarse de que pasó con sus sucesores. Madrid llevaba  apenas veinte años de capital cuando abandonó la sombra del manzano, ahora parecía una ciudad grande y desierta. Llamó su atención un corazón en la pantalla y escenas en una playa. Una señora muy mayor salía del agua acompañada de dos damas. Extrañas parihuelas. Ambas, las tres, un tanto descocadas para Don Fernando. A las más mayor se dirigían como Doña Cayetana, pero apenas podía hablar. Luego le llamó duquesa, otra periodista, sin mediar respuesta; excepto una voz entrecortada. El problema cosistía en que marido de la aludida, al parecer, no estaba con ella de vacaciones. Y al final el rótulo decía Cayetana Fitz-James Stuart, Duquesa de Alba. ¡Cáspita ! un apellido inglés ¿ qué es esto? Don Fernando no entendía ¿Estaría faciendo la guerra el duque para recuperar la dignidad del apellido por la espada? De ahí su ausencia de la playa de perdición. Sacó otra conclusión, entonces ¿en el siglo XXI los duques eran todavía más mayores que él y seguían combatiendo? ¡Qué maravilla!
Don Fernando no daba crédito. Tenía que informar a su rey, algo había que hacer. Se consoló con otra de bravas y una caña que entraban. Miró a los ojos al de la barra y descubrió a los soldados de sus Tercios. Todavía quedaba esperanza.
-Jean, nos quedamos. Esto hay que arreglarlo. ¡Nosotros los de Alba!
Un turista pensó que dos personajes de El Quijote brotaban con frescura en la canícula madrileña.

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