martes, 2 de junio de 2020

Pablo y Pedro.

Josef Holzner, teólogo alemán, escribió un libro que como pone en la primera página leí en 1968, ahora voy por la mitad otra vez. Se que me gustó mucho, ahora lo entiendo mejor. Se basa en sus cartas. El personaje me parece fascinante moderno, inteligente, valiente, libertad de espíritu, sabio, estudioso, no se anda por las ramas, entusiasta, enérgico, eficaz, brillante escritor, de ideas muy claras Estoy metido en los problemas de la Iglesia de Jerusalén, nazarenos, judio-cristianos, pagano-cristianos, qué hacer en el futuro, circuncisión obligatoria, prácticas judías, todos los problemas derivados de lo nuevo. Pablo va a Jerusalén a conocer a Pedro, Santiago, Juan y decidir, no quiere llevar la voz pero ha sido fichado a dedo, ha abandonado su fariseísmo, su persecución de nazarenos para ponerse a la vanguardia en el mundo conocido, universalizar. Le gustaba la mar, las grandes ciudades, la cultura griega, admiraba el orden romano, la organización. Se cambió el nombre de Saulo a Paulo por ser universal. Otro personaje fundamental, muy importante, diferente en casi todo, se llamaba Simón y también le cambiaron su nombre a Pedro. Ahora estoy en el año 50 A.D. en Atenas, Pablo en el Areópago, explica su filosofía a los sabios que ya no son los de Solón. Todo va bien, al final se tuerce cuando menciona la Resurrección y a Jesús. El inteligente Pablo le dice a Timoteo que quizá se ha precipitado, que todo iba muy bien. Nunca fue Atenas su ciudad, se había quedado para turistas, viviendo del cuento, prefería Tesalónica, Antioquía, Corinto o Roma.
En las España de ahora hay un Pedro y un Pablo, en el ejecutivo, bautizados (presumo sin importarme) por sus padres, no se yo como quedarían en el Areópago, aunque fuese en ese lugar ya desprestigiado como Tabernas, Almeria, sin Sergio Leone. Dan su nivel, el que han adquirido a base de estudio, dedicación, capacidades, experiencias, les votan no se bien qué número de españoles, han añadido a la opinión que cada uno guarde de ellos, la mentira en el caso del cese de un funcionario por cumplir su obligación, tan torpes que lo escriben. Eso en el Areópago, hasta en aquel desprestigiado lugar del siglo I costaba caro.

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