sábado, 27 de julio de 2013

Del túnel más oscuro se sale

Las tragedias, como la del tren que va a mucha más velocidad de la permitida, en Santiago, ocurren desgraciadamente. Te das cuenta de la impotencia al describirlas, como las imágenes de la impotencia del tren, incapaz de tomar la curva a esa velocidad Muchos muertos, heridos; familias destrozadas; vidas alteradas dramaticamente y ... esperanza. 
Además se convierte en exhaustiva presencia en los medios. Mucho tiempo y esfuerzo a cubrir lo que llaman información. Todo aquel que escribe/contertulia/sale en plató va haciendo un cursillo rápido sobre el AVE o no AVE, sus sistemas de seguridad, sus controles automáticos, la política, inversiones, infraestructuras, de todo se habla, pocos se explican bien
¿Cómo influye en el ciudadano? ¿Existe esa demanda?
Solo veo dos aspectos claros el sufrimiento de las víctimas que se quedan aquí para continuar viviendo; como ayudarles. Y las enseñanzas para que esto no se repita; aunque probablemente ocurrirán otros accidentes.
Los técnicos/investigadores/expertos/jueces contribuirán a dictar sentencia. Las redes sociales se llenan de pésames, los twitter de los famosos, el luto nacional.
¿Se siente más ahora? ¿Cómo debemos reaccionar? ¿Qué percibe un niño?
Recuerdo que hace años tenía que utilizar el tren, el Talgo, los fines de semanas, por cuestiones de trabajo y evitar utilizar el coche; medio muchísimo más inseguro. Había varias frecuencias. Ese día cogí uno; pero en el anterior se produjo un accidente mortal en dos de los vagones. El tren accidentado podría haber sido el mío, el de personas diferentes a las víctimas. Por supuesto no de la misma envergadura que el de Santiago; pero con muertos y cada muerto cuenta, para los que los sufren ( y nos olvídamos de los heridos). Hablar de los difuntos es más sencillo, todo suelen ser cosas buenas.
La vía quedó clausurada un tiempo. Nos subieron en un autobus. Llegamos de madrugada entre cabezadas, música y conversaciones; con paradas para ir al cuarto de baño y tomar algo. Como en "Sucedio una noche" la gran película de Mr. Capra, sin glamour ni Colbert ni Gable.
Se hablaba de gente que iba en el otro tren; de conocidos, de jóvenes, niños, de tragedías, de fortuna. Yo no sabía que decir. Impotencia. 
No era hacer el trabajo de consolar, nosotros nos habíamos salvado. La gente quería hablar, desahogarse. Apareció un señor mayor  a mi lado, en la cola del café. Me dijo:
-Muchacho, la vida continúa ¿qué harías de haberte salvado tú?
Y desapareció. Seguramente prefería beber agua para no desvelarse.

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