miércoles, 17 de julio de 2013

Mezquindad, mediocres y pasteleo.

Nada fácil lo de ser buen periodista. Ser bueno en algo es difícil. Escribir a diario, contar algo original, tener estilo, educación, es un don de la naturaleza.
En lo del fútbol más complicado que en la política. Ahí todo el mundo quiere ser Bernstein o Woodward. En lo del fútbol-periodismo no existen esos ídolos tan mediáticos ( otra vez uso la máldita palabrita). Con un fallo cerebral, que perdura en las comparaciones, aquello es USA y no España; diferente orígen, Historia, costumbres, idiosincracia y la misma condición humana.
Los dos temas de "Política y fútbol" que llenan las horas del cálido verano, para discutir ( sentido sajón de la palabra, no el hispano, violento) o hablar, entre cervecita, sudor y miradas a un/a turista/nacional ( femenino/masculino) interesante, tienen nombre: Sres. Bárcenas y Guardiola.
Dimensiones muy distintas, consecuencias nada comparables. 
La del balonpié puede perturbar al símbolo del nordeste, que guiados por partidarios futbolísticos de los mismos colores, confunden churras con merinas. Pueden perder algunos partidos y encontrar las tradicionales escusas cuando la pelotita no entra. El del ex-tesorero afecta  a la estabilidad nacional por un profundo tema de financiación ilegal, asignatura pendiente en España. En USA no se descuidan y siguen persiguiéndola, cuestión de formas de hacer las cosas.
¿Qué tienen en común? La falta de claridad y el retorcimiento. Por muy distintas razones, carácter, por muy distintos objetivos. El uno por evitar los males mayores, minimizar daños legales. El otro porque es su forma de ser, su táctica, ya utilizada cuando jugaba. Seguramente para entender a Guardiola no basta con ser del nordeste.
Y los periodistas que hablan de uno y otro van  a lo suyo también, como si de una discusión de terraza se tratase. Los chivatos filtran, cuentan cosas, interesadas. Intereses oscuros y partidistas enmascarados con mayor o menos habilidad. Favores y pasteleo.
Al final la falta de claridad es innegable, parece como si sólo sirviese para pasar el rato; cosa que no hacían los admirados Woodward and Bernstein, Company. 
Y ¿dónde está el Sr. Mourinho en ambos casos? ¿qué diría? o ¿ya dijo sobre el entrenador?
El ciudadano Mourinho no podría ser político ni podía entrenar al Real Madrid, porque no ganaría unas elecciones. Sin embargo al final sabías con quién te jugabas los cuartos, porque te lo decía a la cara. Y eso es lo incómodo.
Mira que es antiguo, pero parece que el fin justifica los medios, aunque algunos lo disfrazan con baratas filosofías.



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