domingo, 15 de noviembre de 2015

Esperando a unos bárbaros

Una cena agradable, un buen vino y un postre exquisito pueden atragantarse porque no esperas que eso te suceda a ti, ni viajando a París (France).
Paris en muy bonito, es algo más, parece eterno y otra vez sufre ataques de terroristas, despiadados e indiscriminados. 
Pido perdón a Cavafis por utilizar casi el título de uno de sus famosos poemas, también por imitar su gusto por la cultura clásica y la Historia como fuente de inspiración.
Me temo que en Francia, en París, llevan tiempo esperando a unos bárbaros y estos llegan. Los bárbaros llegaron a la vieja, y civilizada Europa, cuando estaba decaída y corrupta; esos bárbaros veían del este, eran pueblos aguerridos y conquistadores. Lo de ahora es otra cosa, son los mismos argumentos, de cuchillo y conquista del mundo por la religión, que entraron por las Españas de entonces, que no era España, en el siglo VIII y les pararon en Poitiers (France).
Puedes ir andando por Paris (lo he hecho muchas veces); cenar en un bistro/restaurant con cola para entrar (lo he hecho muchas veces);  estar en una terraza, asistir a un espectáculo o un partido de algo, todo muy parisino y encontrarte con una explosión o la munición aleatoria de un AK-47
Lo peor no es que te perfore la cabeza, lo peor es que le pase a alguien que quieras más que a ti mismo. Puedes sentir de pronto la explosión o ver la cara del terrorista disparando al azar su arma automática como le han enseñado. 
¿Y todo por qué? Simplemente porque hay bárbaros, otra vez, que quieren imponer las leyes de una república medieval a mucha gente en este planeta; en particular los más activos últimamente son los del Estado Islámico (amplio término que da para mucho); utilizan sus armas y se concentran en Francia porque les bombardea  en sus reductos, y es un blanco relativamente fácil. Una ciudad de millones, de turistas, con tantos lugares y acontecimientos resulta prácticamente indefendible de los terroristas suicidas, muchas veces ciudadanos franceses, que se creen y dan su vida por unas ideas que les meten en su cabeza deseosa de creer en algo.
Maquiavelo, un político, se sentiría muy orgulloso de sus alumnos del Estado Islámico. Sus fines hay que tenerlos muy claros.

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