miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Qué nos mueve a vivir?

¿Por qué estamos dispuestos a morir? Se trata de vivir no de morir.
Cerca de 3.000 personas fallecieron entre las Torres Gemelas, Pentágono, aviones y terroristas suicidas (de los heridos nadie se acuerda, solo ellos y sus familias); provocó un apoyo a la reacción de los US, una coalición liderada por ellos y la invasión de Afganistán en busca del mulá Omar, Bin Laden, los talibanes y Al Qaida. Hubo muchos muertos, los nombres propios están muertos las ideas persisten, Afganistán es hoy o que es. Las víctimas murieron por estar allí en ese instante.
En marzo 2004 en Madrid, alrededor de 200 muertos y más de mil heridos por viajar en trenes; cambió el sentido del voto, el partido en el gobierno y la contribución en Irak de España; la invasión de este país no consiguió el mismo apoyo internacional, y hoy es un país descompuesto.
Londres 2005, 52 muertos, cientos de heridos, por tener una vida normal; ataque terrorista por  el apoyo británico a las operaciones en Irak y Afganistán contra Al Qaida.
En París desde el viernes sabemos básicamente lo que ha pasado.
El número de muertos en cada cifra singular es significativo porque es una vida humana y afecta a la persona en concreto y a sus allegados; los heridos continúan entre nosotros llevando su carga. Recordemos los soldados, policías y civiles que mueren en cumplimiento de su deber cada día. Esos números, que nos duelen, están ahí, podrían haber sido mucho más elevados; se han frustrado otros varios atentados y me temo que continuarán porque es el método que han encontrado más rápido y eficaz para conseguir sus propósitos.
Al parecer estos terroristas que son suicidas mueren por Alá, el mandato del profeta, el Islam, sus hermanos musulmanes y asesinan gente aleatoriamente porque están en guerra y las democracias occidentales atacadas les atacan a ellos y matan a sus gentes. Esa es la justificación, su versión. Es decir aparentemente saben porqué mueren, ya que además la mayoría se inmolan en el intento y son jóvenes en plenitud de edad.
Nosotros, los que no estamos de acuerdo con ese proceder, también debemos estar dispuestos a vivir, aceptar los riesgos, continuar con nuestra vida, llorar a los muertos, ayudar a los heridos y familias y, a pesar de los errores que se cometan, no ceder y no tener miedo. Al fin y al cabo la muerte también forma parte de la vida.


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