Me mandaron una esquela hoy, un buen amigo, cabal, de bien. No pensaba comentar nada sobre el 50 aniversario de los asesinatos de don Luis Carrero, almirante, su chofer y su escolta. Insuficiente protección para tantos kilos de explosivos, que funcionaron como una perfecta tobera, e impulsaron al pesado vehículo como un cohete por encima de ese tejado tan familiar, de esa iglesia de jesuitas donde tanto he rezado de siempre, cuando el padre Rubio era ya venerado por mi madre, y sigo porque no me encuentro en este mundo. Podría contar detalles por el puesto que ocupaba mi padre en ese momento, o vecinos de los portales cercanos o muchas historietas de esos años, no es esencial. Hacía frío como hoy. Ahora tratan de vender como en The Crown pero sin reivindicar nada ni nadie. Don Luis Carrero era un marino de guerra, servidor y cumplidor de su deber. Franco, que se fiaba de nadie, duela o no, a Anson cuando menciona a su ídolo don Pedro Rodríguez para que le llame Franquito como si eso ofendiese. Ese tal Franquito había dejado todo atado y bien atado. He oido repetidas veces esos cotilleos. Daba igual que el petardo/inútil de Arias, fuese presidente ( mi padre dixit, su jefe directo en otros tiempos durante ocho años) o las conversaciones en el Balmoral español de El Pardo sobre las alternativas o los sueños de esa señora asturiana o el yernísimo o lo que sabía la CIA o no. Los gringos, Vernon Walters lo entendía perfectamente, querían al Príncipe de España y una España, dentro de las instituciones europeas, que le diese su apoyo de siempre para no tener que recurrir a Marruecos y normalizarse. España, incluso maltratada, había sido fiel a Occidente siempre. Podría haber hecho caso a los que aconsejaron otras iglesias cercanas como los Dominicos donde hice la comunión, o los Oblatos o el Pilar o la Concepción, nada hay más puntual como una misa de diario en los jesuitas, incluso para encontrarte con tu destino. BZ al almirante.
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