domingo, 5 de mayo de 2013

De tiburones blancos y decadencia

Parece poco probable que el monstruo burocrático llamado Unión Europea flote  y navegue con solvencia.
Ese entramado creado después de la Segunda Guerra Mundial con sus épocas atractivas y lista de espera en sus socios, ahora se tambalea.
¿Por qué?
Se ha convertido, hace tiempo, en una maquinaria burocrática sin ideas. Un grupo de funcionarios en Bruselas y otras partes del planeta que gozan no sólo de unos sueldos espectaculares, sino de unas jubilaciones que provocarían revoluciones de publicarse sus datos. Mejor que los banqueros españoles.
¿Por qué de esos sueldos? Al parecer para pagar el desarraigo. El de los británicos (los que menos creen en la idea de Europa), viviendo en Bruselas, con un clima parecido al suyo; un Eurostar mejor que los trenes propios y la posibilidad de usarlo en amplios fines de semana para tomar el té en casa. Alemanes, luxemburgueses y holandeses parecido, en coche. Franceses dependiendo del lugar en Francia. Los demás a caballo del bajo coste aéreo. Horarios civilizados, vacaciones superplaneadas, colegios, facilidades, tranquilidad, modales y derroche. Lo malo al parecer es que el clima es malo, hay que comer patatas fritas y beber cerveza, en eso hay que sufrir.
¿Y las ideas?
No se puede construir algo tan complejo como la Unión Europea sin una idea simple y clara. Sus responsables brillan por su ausencia en el mundo de las ideas. El perfil de cualquier candidato a casi cualquier puesto no exige tener ideas, más bien no tenerlas. Basta con ser sumiso, educado, nunca subir la voz, ser capaz de atender cualquier reunión sin llegar a nada, tener buenas formas y hablar idiomas.
Los ingleses, en inglés, son perfectos y en francés no se enteran. En la Unión Europea, teoricamente hay que hablar inglés y francés, pero en su caso no importa. Ya seas una secretaria o Lady Ashton.
Si eres hábil y te colocas bien, si eliges caballo ganador vas para arriba, si te quedas de "assistant" o administrativa no te irá tampoco mal.
Al fin y al cabo no se necesitan ideas porqué no se sabe qué hacer con ellas
Es como la valiente Kimi Werner, nadando junto a un tiburón blanco, precioso, majestuoso; cualquier día se puede volver y destrozarte.

No se me enfaden.

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