Decía
Quevedo “ Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no
de vida y de costumbres”. El español tiene que mudar,
reconducirse, reencontrase, no basta emigrar, tiene un miedo visceral
a la crítica, precisa del
equilibrio entre el fondo y la forma.
No está
bien meter el dedo en el ojo, ni recomendable es, mas bien
arriesgado, decirle a nadie que miente o es un inútil.
Hay que ser bien educado. No parece aconsejable expresarle a los
jugadores, a los cuales conoces bien y observas diariamente, que no
estan en forma, que deben dar mas, trabajar mas, no limitarse al
esfuerzo controlado, ni vivir del pasado, que hay que ser competitivo
y vivir cada encuentro como si fuera el último,
no hay que creerse nada.
A los españoles, a su
orgullo, a su calidad de vida, a su clima, a su talante comprensivo y
hospitalario no les gustan las opiniones contundentes, ni las
recomendaciones externas, ni las críticas.
Y los políticos
sobreviven en su despotismo, votados, con ese aprendizaje en la
vulgaridad y certeza de que es raro el político
al cual el ciudadano respeta porque es honesto de palabra y hechos,
de credibilidad que arrastra, líder
imperfecto con defectos y virtudes. Nos hemos acostumbrado a la
mezquindad, la distorsión
y la hipocresía.
Al español, habitante de
parte de la península
Ibérica, incluyendo todos
esos que dicen no serlo, no le gusta la verdad ni quiere críticas,
prefiere vivir en la mentira piadosa, se ha acomodado como algunos
jugadores del Madrid, estos con mucho poder económico;mientras,
el españolito sufriendo en sus carnes la penuria. Hay que ser
educado, mas ir al grano, con calma, sin aspavientos, directo y
eficaz. Servir en cada puesto y no esperar ser servido. Llegar el
primero e irte el último.
Dar ejemplo. Sin miedo y honestamente porque hubo una vez que fuimos
capaces y el mundo lo
reconoció.
Por
cierto, no he pretendido hablar de fútbol, aunque he mamado
Chamartín desde niño. Soy del Madrid.
Atentamente
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