Nuestro genial Lope decía, en Fuenteovejuna, "que el pueblo no quiere poder, sino justicia".
En efecto así es. En el siglo XV sucedieron los hechos reales en que se basa la eterna obra, cuando Europa no era, precisamente,un ejemplo de democracia. Se produce un abuso de poder. Ahora sigue siendo la máxima aspiración.
En aquellos años, con los reyes de Europa convertidos en monarcas absolutos, cuando la transparencia ni existía como concepto, cuando no había internet, ni antibióticos, ni aviones tripulados o no, ni medicina genética, ni energía de fisión nuclear, ni móviles, ni televisión, el pueblo bramaba por la justicia como bien más preciado. Debe ser que ese pueblo sabio e intuitivo, distinguía lo principal de lo accesorio.
A un rey, gobernante todopoderoso entonces, se le pedía sobre todo ser justo y sabio. También podía ser prudente, valiente, intelectual, pragmático y muchas cosas más; pero principalmente justo.
Ya en la democracia griega sin justicia no se podía gobernar, porque en la injusticia reside la esencia de todos los males. La justificación de conductas disparatadas, llega a veces, porque se ha creado una situación de injusticia, inadmisible e inaceptable.
En aquellos tiempos en que las musas inspiraban a Lope, siglo XVI o principios del XVII, el campesino, el soldado, el artesano, se inclinaban ante su rey, le miraban a la cara y le aceptaban si veían la justicia de sus actos. El Rey correspondía.
En el reino existía el Justicia del Rey. Al Justicia Mayor de Aragón o al de Castilla, preciosos nombres, que denotan la trascendencia del asunto, se podía recurrir.
El pueblo no pide poder en los hechos del drama de Lope, pide justicia en sus asuntos. Mala cosa es no darsela o que se harte, porque parece que no le escuchan cuando habla de injusticias.
Otro grande, Quevedo, nos contaba "donde hay injusticia es un peligro tener razón".
En medio de la crisis y ausencia, ya congénita, de líderes políticos o sociales, el pueblo demanda justicia. Sin justicia, no hay democracia
No se me enfaden.
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